TresCaras

TresCaras
Tres Caras Tiene la Vida: Humano que Nacer no Pide, Vivir no Sabe, Morir no Quiere

viernes, 27 de agosto de 2010

La llave

La Llave

Uno de los problemas que los hombres y mujeres de hoy padecemos es el poco control que tenemos sobre nuestras emociones, angustias y ansiedades. Esto resulta de la aceleración que nos imprime e inyecta de continuo el mundo actual con todo su teatro de violencias, excitaciones e insatisfacción generalizada.

Así recurrimos a todo tipo de sortilegios exteriores para salir de la angustia, desde embriagarnos hasta el psicoanalista. Por lo general con poco éxito y con gran gasto de energía y dinero.

Todos tenemos derecho a la embiraguez que otorga la dicha, pero el problema es a donde recurrimos para encontrarla, debido a que nos topamos con la inaplazable molicie de la insatisfacción. I can´t get no... Satisfaction! (Yo no puedo encontrar Satisfacción) grita Mick Jagger al sonsonete del conocido rock. Precisamente porque afuera no está su fuente. Es quizá ese grito, en el mejor de los casos, un profundo llamado de atención.

En resumen somos cascaritas de nuez a la deriva en un océano embravecido e incomprensible. Hojas a merced del viento desalentadas, mustias..

Estamos nerviosos, o ansiosos, o angustiados, generalmente apurados y tratamos de calmar nuestras cabezas, pero nuestra intención, incluso nuestras órdenes son desatendidas por ella. No nos hace caso. Nuestra cabeza sigue adelante y no podemos pararla. Por más que le diga a mi cabeza que se calme, difícilmente lo conseguiré. Esto lo hemos comprobado muchas veces. Quizá por el contrario, más se enardece y desasosiega, paradójicamente..

De forma semejante, si mi corazón excitado de emoción palpita conduciéndome hacia la reacción errónea, por más que intente sosegar su pulso, tampoco habré de conseguirlo. No somos dueños de su pulso como no somos dueños del gobierno de nuestras emociones y pensamientos especulativos fundados en el miedo.

Sin embargo, tenemos una llave concreta, accesible, cercana, propia, al alcance de nuestra atención.

Llave vital, esencial, capaz de incluso sosegar las tormentas más tempestuosas. Esa llave es el aliento. No podemos incidir directamente sobre nuestra mente inquieta. Menos podemos incidir sobre un corazón agitado, pero podemos incidir en ambos y en toda nuestra existencia con sólo respirar lenta y profundamente por un breve plazo.

A tan solo tres alientos serenos y profundos está la calma. No parece tanto.

Ante una tensa discusión podemos reaccionar a merced de nuestras emociones y terminar a las trompadas. No es tan raro que así ocurra. De hecho, ocurre bastante a menudo entre los humanos. Pero si advertimos la peligrosa marejada de las emociones que nos sobrevienen cuando nos apasionamos y somos capaces de retirarnos por un ratito suficiente a un rincón algo alejado del lugar del desencuentro para lograr respirar lo menos tres veces lenta y profundamente, a nuestro regreso, no sólo habremos perdido el motivo por sostener el tono reactivo de la discusión, volviéndonos más observadores serenos que actores apasionados, sino que probablemente advertiremos la ridiculez en que estábamos ingresando a punto cercano de trompear a un semejante por una insignificante diferencia de opiniones.

Y convengamos que no es necesario llegar a las trompadas para que una situación entre personas pueda volverse insoportable. Esto también todos lo sabemos.

Obviamente, aquí se agrega el destructivo aditamento que aporta continuamente nuestra cultura de confundir las cosas. La importancia personal. Llamamos estúpido a aquel que nos contradice o pelea olvidando que él, como manifestación de la Vida es un semejante, maravillosa criatura dotada de una belleza única y de poderes admirables, como nosotros mismos. Olvidamos eso y nos enajenamos a tal punto que dejamos de advertir que a lo que realmente nos estamos oponiendo no es a esa maravilla, sino a lo que elije, que puede que no sea una maravilla. Identificamos la elección con la persona. Confundimos el acto con el actor. Y si alguien elije algo inconveniente para nosotros, esto no significa que esa incómoda elección se haya convertido en persona, en un ser, aunque exista un ser que la caracterice. Si logramos distinguir este aspecto esencial a los seres, estaremos libres de muchos, de muchísimos inconvenientes y ataduras que nos retienen como melaza al destructivo plano emocional reactivo, donde cualquier evento impensado pueda convertirse en una pesadilla, para nosotros y para nuestros semejantes.

Dado las influencias emocionales que nos ha superimpuesto nuestra cultura mercantil y materialista, rara vez advertimos el orígen y destino de nuestras reacciones. Y cuando lo hacemos, a veces ya es tarde, y el tiempo mal transcurrido resulta irreparable e inapelable. Seguramente esto nos sea impuesto culturalmente para que seamos fáciles de manejar y conducir hacia un mayor consumismo materialista, altamente ventajoso para los pocos quienes lo promueven obviamente, que para mayor beneficio, nos han hecho olvidar por completo esa llave que tenemos y de la cual disponemos, a nuestro antojo o necesidad.

Resulta bastante fácil deprimirnos. Sentirnos desafortunados y desalentados. Des alentarnos.

Esfuérzate y aliéntate... literalmente. Y así fué dicho antiguamente, muchas veces. Y si te acostumbras a hacerlo, entonces podrás ser capaz de tener a tu disposición la alegría y serenidad necesarias para encarar la vida de un modo edificante. Y esa es la apuesta directa que podemos hacer hacia el interior de nosotros mismos, hacia la fuente de toda dicha y alegría posibles, que son las Esencias de la Vida misma, fuente que muchas veces permanece oculta, invisible tras el velo de lo tangible y material que encontramos rodeándonos en el mundo exterior.

Si te hacen un regalo, seguramente te suscitará alegría. Ciertamente. Sin embargo hemos de admitir que esa alegría no estaba escondida en el regalo. No apareció repentinamente como una fuerza exterior que ingresó en nosotros en forma directa a través del regalo mismo. Ni nos la transmitió de alguna manera inasible el material que lo compone. La alegría que surge es la que despertó el gesto, y esa alegría despertada estaba dormida, dentro nuestro, no afuera en el regalo esperando que alguien la recibiera.

Como todas las cosas que aprendemos, para lograrlo debemos ejercitar. Al principio de niños, andar en bicicleta significaba lograr el equilibrio, pedalear y conducir. Luego de practicar y caer una buena cantidad de veces, cuerpo y mente se acostumbran a estas funciones dinámicas y uno aprende a andar, llegando a hacerlo sin prestar la menor atención a movimientos que ya han logrado armonizarse e incorporarse por sí solos. De igual forma, si todos los días disponemos un poquito de nuestro tiempo para ejercitar en silencio la respiración lenta y profunda, en no mucho tiempo vamos a estar gozando abundantemente de sus frutos, cuando ese profundo respirar se haya vuelto hábito.

La fuente de la alegría, de la tranquilidad, de la dicha y serenidad está dentro nuestro, y la vía para llegar a ella sin catalizadores externos, es el aliento!

¨Compruébelo Ud. mismo¨... no se ponga en gastos, como diría el ¨slogan comercial¨. Simplemente respire y atienda, que gozando ese tiempo de calma a conciencia con Ud. mismo, seguramente encontrará adentro, aquello que andaba buscando afuera.

Que la alegría, la plenitud y la serenidad impere en ustedes, en todos y cada uno de ustedes, hermanos en este viaje, gloriosas Maravillas de la Creación!

viernes, 13 de agosto de 2010

El Afuera y el Adentro – Mundo Interior, Mundo Exterior diría Albert Hoffman

Sale el sol, canta el gallo o suena el despertador y saltamos afuera. Estábamos felices soñando, ingrávidos adentro y de golpe el reclamo externo, y sin ver con claridad, en un salto, ante un tope, pasamos de la dimensión interior al miundo exterior, con todos sus aspectos y demandas por parte de nuestra presencia.


Los humanos, y particularmente nosotros los occidentales – en realidad orientales a América - conformamos una cultura extremo exteriorizante y, rara vez entramos a nuestro interior.

Lo hacemos si, lo menos la tercera parte del tiempo diario, dormimos. Allí volvemos dentro.

Pero, el asunto es que siempre entramos al interior dormidos… rara, muy rara vez, despiertos. Y esto es porque culturalmente no somos entrenados desde niños a entrar dentro despiertos, que es algo asombroso pero que sólo es posible gozar desde una gran calma… exactamente lo opuesto a lo que nuestro mundo acelerado nos ofrece, enseña e induce.

¨De tanto entrar despierto en el sueño, puede que logremos entrar Vivos en la muerte¨ - dijo alguna vez Juan José Lanza del Vasto.

En algunas culturas, el sosiego inicial diario modela el carácter de los individuos desde pequeños y los hace más serenos, más observadores, más amplios y profundos. Pero, al igual que en un lago cuando está agitado que no podemos ver su fondo, en nuestro cotidiano correr, siempre agitando acciones, difícilmente podríamos alcanzar profundidad de observación.

Sosegarse diariamente un ratito desde el arranque, antes de encarar las demandas de la existencia exterior es un modelador del carácter que enriquece, alivia y cura, pero sin embargo no es algo fácil de hacer desde nuestra perspectiva, a menos que tengamos ¨la llave¨.

De esa ¨llave¨ pronto conversaremos.

Que todo fluya serenamente para ustedes

jueves, 12 de agosto de 2010

Homenaje al Siempre Ocupado en que todo Fluya en Armonía dentro nuestro

Admirado por la maravilla superlativa que me permite ser y desde aquí estar sintetizando y escribiendo pensamientos, la misma maravilla que permite que Tu puedas estar allí siendo, leyendo y entendiendo aquello que escribo.


A esa maravilla silenciosa y laboriosa que a todos sostiene, armoniza y cura. Incansable maravilla que se ocupa continuamente de nuestra armonía física y mental, que permite que fluyamos y avancemos conduciendo cuerpos sensibles y sorprendentes hacia donde se nos antoja. A esa maravilla hoy y en adelante rindo homenaje y los convoco a todos a rendirle homenaje, a intentar conocerla y tratar de comunicarnos con ella.

Creo que lo tiene más que merecido acordarnos de ella.

Nos admiramos y fascinamos por las cosas que somos capaces de hacer, y de ciertamente, a nuestras escalas de acción, hacia el exterior, somos capaces de hacer sutilezas increíbles. Meso, micro y macro cosmos son dimensiones que manejamos con destreza y nuestra tecno, nos deja boquiabiertos a cada avance relevante, en una acelerada cascada de crecimiento. Todo esto y mucho más hacemos, sin embargo, todo ello lo hacemos sin siquiera recordar o tomar en cuenta que hay algo o alguien que está haciendo todo lo necesario para que cada sutil aspecto de nuestro cuerpo funcione debidamente, regulando nuestro pulso, aliento y digestión, generando energía por intercambio iónico o cicatrizando una herida sin que debamos distraer nuestra atención en ello.

Aquel quién sostiene todo lo que nos sostiene y hace funcionar sin reclamar atención personal. Aquel que nos asiste silencioso, independiente de nuestra presencia, que no falla, que siempre se hace cargo, se ocupa de lo necesario para que podamos fluir lo más libremente gobernando la dirección y el sentido del cuerpo que él sostiene.

Sabio admirable de vasta comprehensión que de todo se encarga para que nosotros podamos ser y que también se encarga en cada reino, cada especie, de sostener y cumplir las armonías necesarias para que se produzca la dichosa existencia de cada una de ellas.

No lo tenemos en cuenta ni lo recordamos… siempre está

Hay algo – o alguien – de quién los humanos no hemos hablado aún a lo largo de nuestra historia


De éste, nada o muy demasiado poco encontrarán en internet, y desconozco que alguien le haya citado en nuestra historia, dándole el lugar que merece desde siempre.

No es Dios, aunque puede que esté muy cerca de él, desde la perspectiva de un creyente.

Tampoco tiene una forma específica, pero si no fuera por el delicado equilibrio que logra en todo, no seríamos.

Alguien siempre presente en todos nosotros y en todo lo viviente generando la maravilla que transitamos.

Hemos hablado y analizado todo, pero a éste lo hemos dado por tan sobreentendido que ha quedado inadvertido, siempre cumpliendo. Olvidado, no solo ni lo mencionamos, aunque jamás abandona ni deja de tenernos en cuenta, sino ni siquiera hemos atendido a significativa presencia en todo lo que vive.

Nos admiramos de aquellas cosas que tienen profunda significación. Nos asombra cuando el entendimiento comprende más allá, pero hemos olvidado por completo la significación de quién hace posible a cada instante nuestra vida en este mundo.

Imaginemos que ese magnífico director y ejecutante de la complejísima sinfonía de nuestro cuerpo y que llevamos dentro se dignase a brindarnos su precisión y lucidez para realizar nuestras acciones en este mundo, ya no solo con su fabulosa sabiduría respecto a la complejidad corporal sino que nos permitiera valernos de su sabiduría y entendimiento para aplicarlo en nuestro actuar diario. Tal vez reconstruiríamos un nuevo mundo pleno de armonía.

¿Quién sabe?... demasiado ingenuo?… y… ¿porqué no?

No lo tenemos en cuenta ni lo consideramos en nuestras acciones

Siempre dado por hecho. Nos llenamos la boca de lo que hacemos y somos capaces de concebir sin siquiera por un instante detenernos a contemplar la maravilla ocurrente, que nos impulsa y sostiene con semejante precisión y equilibrio, ante todos los desequilibrios y vértigos que de contínuo le imponemos controlar en nuestro diario devenir.


Preexistente a todo lo que somos y vestimos. Tan superior a todo lo que nos arrogamos.

Ese que permite que este robot que controlamos desde detrás del entrecejo, que nos delata esfuerzos, que nos advierte riesgos, que nos permite movernos y actuar con la sutileza que hemos alcanzado.

Ese, convertido en aquel remoto casi mecánico tan indiscutido como inadvertido.

A ese me refiero.

Ha llegado la hora de rendirle homenaje y de comenzar a cultivar su observación, empezar a aprender a actuar con su pureza de intenciones, como mejor modo de rendirle culto .

Hay algo ¨o alguien¨ de quién todavía los humanos no hablamos.

Apenas advertido o señalado, mecanizado y ninguneado desde siempre, siempre.


Maravilla oculta presente detrás de todo el orden conocido,

Encausa y sostiene. Continuamente.

Desde las bacterias más pequeñas, allí en plantas, animales y aquí en nosotros, humanos. Probablemente en átomos y partículas menores. Presente probablemente en soles y galaxias.

Me dá cosa llamarte TU, porque eres mucho más que YO, pero no te vales de un YO para expresarte. Siempre activo, siempre alerta. Cuidando sin llamar la atención para que todo funcione perfecto en mi, en todos.

En nuestro cotidiano devenir, en sueño y vigilia, El nunca descansa. Siempre velando por que todo funcione de maravilla para que podamos ser y hacer a nuestro antojo.